Y así es el amor, piensa. Es que te maten una y otra vez y tú volver a pedir la revancha. Y él había venido a hacerle jaque-mate tantas veces como había querido. Que si eran cuatro músculos los que protegían al corazón, ya le había desgarrado los cuatro y el cabrón seguía latiendo. Muerto de frío, pero seguía latiendo. Y a lo mejor las capas de músculo se recomponen con el tiempo. Quizás. Y ojalá. Pero lo que sí que tenía claro es que me dejaría cicatriz, por muy superficial que fuera la herida. Y que él había llegado para algo. Para ser su pasado. Que el pasado nunca deja de ser pasado y el presente y el futuro sí que dejan de ser presente y futuro para convertirse también en pasado. Y hay amores que matan, y hay los que matan por amor.
Y el problema está cuando vives un amor que mata y también estás dispuesto a matar por amor.