martes, 5 de noviembre de 2013

Perdona, has hecho temblar tantas veces mi suelo que se me marcan un poco más todas estas grietas. Perdona por haber sido mi terremoto autodestructivo. Perdona, te noto tan lejos que quiero volverte a tenerte más cerca que nunca.

Perdona, porque aquí dentro siempre llueve. Porque Madrid me pilla muy lejos, perdona. Y vuelve a perdonarme todas las veces que me he quedado callada esperando que pasara algo que fuera como nada.

Perdona, por gastar mis noches sin dormir en ver tus fotos y en imaginarme nuestras fotos, en romperme en más pedazos para gastar cualquier opción para recomponerme.

Perdona, porque el amor es así.

Es tener tres mil razones donde no hay ninguna. El amor es muchas veces destruirse y autodestruirse. El amor es como la guerra, donde siempre arriesgas la vida, esperando que nunca llegue un disparo, justo en el ángulo perfecto, que te reviente por dentro. Y entonces no haya marcha atrás.


Perdona, por ser un paso irreversible como el amor. Perdona por solo ver principios donde solo había precipicios. Perdona por haber escuchado tu voz en todos los formatos.


Perdona por verte y no saber decirte que todo me da igual. Y que estaría dispuesta a todo, absolutamente a todo, por no ver cómo das otro paso más alejándote.

domingo, 20 de octubre de 2013

Y de repente, se levantaba de la cama y se echaba andar, con una sonrisa puesta (y que bien le quedaba sin ninguna ropa).Y se giraba, no sé, esa sensación de estar otra vez envasada al vacío. Y cuando de repente te mira, lo único que quieres es que se quede a tu lado para siempre. Mirándote. Y es ahí, en aquel momento, cuando se te ocurrió la genial idea de que te mirara así para siempre. Que quizás sus ojos verdes puedan ser la cura contra el insomnio, de las pesadillas, de los buenos días sin las crepes de las doce, de los malos humores por no tener chocolate o de si a la mierda con la autodestrucción. Tú lo único que querías es que te mirara así por siempre.

Al menos sé que lo nuestro fue real y no fruto de mi imaginación,
aunque acabara igual que siempre,
un sapo feliz, y una princesa echándote de menos.


lunes, 14 de octubre de 2013

Otoño, no tengas prisa en quitarme las manos de la espalda que ya va haciendo frío, y más si no estoy bajo sus sábanas. No tengas prisa y busquémonos las cosquillas. Vamos a impacientar un poco más al invierno. No tengas prisa
que las prisas siempre nos hacen aparecer con cualquier cosa y tocando a alguna puerta en la que nunca nadie abre, como si fuera el amor, como si fuéramos tú y yo. Tú. Yo. Otra vez fríos. Porque siempre vuelve el otoño, y otra vez las mariposas, pero esta vez, tú, no eres la causa de ellas.


miércoles, 9 de octubre de 2013

¿Te vas a terminar esa sonrisa, o puedo comérmela ya?

No fue la historia más bonita del mundo, ni tampoco la más triste, ni la más compleja. Fue una historia de dos que no consiguen ser uno. Sencillamente, fue la historia de amor más básica que existe: cuando el amor intenta hacerse y no se consigue.

Tal vez todo empezó demasiado rápido. O esa es la sensación que tengo yo, ya sabes, tú y esa capacidad de acelerarme. Todo empezó siendo imposible, como la mayoría de las cosas. Y luego se volvió imposible poder dormir. El precipicio de mis sábanas acomplejadas con tu espalda. Y tú que le dabas la espalda al sueño, porque preferías soñar despierto conmigo. Y luego vinieron las pesadillas, en las que tú no estabas, lógico. Y luego todo empezó a doler menos, o por lo menos me acostumbré a vivir con tantos imposibles que cada día era un enfrentamiento conmigo misma. Y a la vez ese sentimiento, no sé, a veces pensaba que me estaba volviendo loca, que cómo podía sentir tanto por alguien que no sentía nada. El mundo y sus contradicciones, y nosotros seguíamos siendo algo utópico.

A veces pienso, cuando echo la mirada atrás, que no hemos sido tanto, que hemos vivido más en mi cabeza que con los pies en la tierra. Y, quizás, toda nuestra historia de persianas bajadas, de música a tope, de películas a medio acabar, de sábanas deshechas, de sueños por el día y de nosotros por la noche; toda nuestra historia, toda esta triste historia sólo puede contarse a través de tus ojos. Esta es la historia de cómo tus ojos no supieron mirarme.

600 días de no saber mirarme ni un segundo. Una historia de 600 días y 4 noches que pueden resumirse en tu manía de mirarme mientras duermo, o en no saber nunca responderme. En tus maneras de vivir en un mundo que no es el tuyo, aún creyendo que llegará alguien para salvarte. Y yo ya no sé si disfrazarme de una superhéroe, o romper cualquier noche tu ventana y decirte que me mires, que estoy aquí.

Esta es la historia de tus mentiras, de mis verdades; de tus cicatrices, de mis heridas; de tu pasado, de mi futuro. Esta es la historia en la que vuelves a mentir, otra vez, y yo vuelvo a mentirte diciendo que ayer dormí de puta madre. Y odio el mundo. Y el amor (aunque siga queriendo hacértelo). Esta es la historia de ''dime que me quieres, aunque mientas'', porque las verdades a veces duelen más que una caída desde tu boca. Esta es la historia de los ''no puedo más'' y seguir queriendo follarte hasta la mañana siguiente.

Esta fue nuestra historia. Una historia de anemia sentimental, de espaldas cansadas, de amor, de odio (porque no amarás ni odiarás a nadie tanto como a mi), de canciones que nos describían. Esta fue la historia de una bonita antihistoria, en la que la superhéroe ama tanto al villano que se deja matar. Y otra vez se queda toda la ciudad sin salvar.